Pablo Gea
Daniel Sánchez Bernal fue el único que supo elevarse sobre las reivindicaciones tradicionales del colectivo de los abogados para pensar en una institución al servicio de causas de interés general por las que merece la pena luchar.
Cuando el pasado 17 de noviembre tuvo lugar en el Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla el debate que enfrentó a tres de los candidatos a Decano de dicha institución, tuve claro que no podía faltar a la cita para apoyar decididamente a mi amigo Daniel. Frente a los otros dos candidatos, Óscar Fernández León y Rosalía Pascua Ponce, Daniel Sánchez Bernal fue el único que supo elevarse sobre las reivindicaciones tradicionales del colectivo de los abogados para pensar en una institución al servicio de causas de interés general por las que merece la pena luchar.
Le avala el hecho de haber conseguido del Tribunal Constitucional un pronunciamiento favorable en su pelea contra los señalamientos judiciales tardíos, que afectan a todas las ramas procesales. El perfil continuista de las otras candidaturas es patente, en claro contraste con la de Daniel, la única verdaderamente revolucionaria. Hay quienes piensan que el pescado está vendido, y pueden que tengan razón. Pero ello no obsta para el reconocimiento de la valentía del letrado anónimo que da un paso adelante para decir lo que muchos piensan y no tienen el valor de expresar. El presentarse es ya una victoria, independientemente del resultado. Quienes le vamos a votar lo tenemos muy claro, al igual que el resto de los compañeros e incluso que los candidatos adversarios.
A fin de cuentas, si se quiere que las cosas cambien, el camino pasa por no hacer siempre lo mismo. Daniel ha demostrado que está dispuesto a llegar mucho más lejos que el resto por defender los derechos de los justiciables. Sólo cabe imaginar hasta dónde será capaz de defender los intereses de sus compañeros.
